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DESDE LOS ANGELES, ESTADOS UNIDOS, UN TRESARROYENSE EDITA
LA REVISTA DE TANGO DE MAYOR DISTRIBUCION INTERNACIONAL
Tango for export
Desde Los Angeles, Estados Unidos, el tresarroyense Carlos
Groppa edita "Tango Reporter", la revista de tango de mayor
distribución internacional. La publicación, que vio la luz
en 1996 y ha sido ampliamente galardonada, circula en las principales
ciudades de Estados Unidos y Puerto Rico, y llegó a venderse en
México, Colombia, Inglaterra y Japón. Su hacedor es un verdadero
creativo. Antes de dedicarse a la música ciudadana fue dibujante
de historietas, diseñador de moda, reportero, actor, comentarista
de jazz, fotógrafo, director de cine, libretista de televisión
y crítico de rock and roll. "El Periodista", en una producción
especial, lo entrevistó en exclusiva en su casa de California
"El artista, el creativo, cuando se expresa, en
lo que menos piensa es en el origen del medio que usa para expresarse",
mencionó en alguna entrevista. En lo personal, Carlos Groppa se
encargó con sutil esmero de vivir bajo esa convicción. Se
expresó como dibujante de historietas, diseñador de moda,
reportero, actor, comentarista de jazz, fotógrafo, director de
cine, libretista de televisión y crítico de rock and roll.
Ya promediando una trayectoria de derroteros diversos, se alió
con el tango y dio vida a Tango Reporter, una publicación "que
nada tiene que ver con la nostalgia" y que se convirtió en
la revista de tango de mayor distribución internacional editada
íntegramente en español en Los Angeles.
En sus años creativos, marcados por una concepción idealista
en la búsqueda constante de expresión, dejó un puñado
de libros escritos con pasión, una incipiente obra de cortos cinematográficos,
libretos de televisión, un centenar de cuentos cortos y los primeros
esbozos de sus memorias que está volcando en papel. Hace 37 años
dejó atrás el país persiguiendo el sueño de
expresarse con libertad. Le fue más sencillo obtener la atención
de extranjeros que recibir respuesta de los coterráneos. Desde
entonces muestra su arte fronteras afuera, siempre intentando inmiscuirse
de algún modo tierras adentro para acortar las distancias.
Nacimiento de un artista
Carlos nació una fresca madrugada de mayo de 1931 en Tres Arroyos,
en una vieja casona de la calle Chacabuco, en el marco de una familia
tradicional. Cursó la escuela primaria en el Colegio Jesús
Adolescente, del que atesora memorias de la niñez. El padre Juan,
su maestro de sexto grado, ocupa un lugar privilegiado en sus recuerdos.
Sus enseñanzas le hicieron considerar de manera diferente todo
lo que vino después. "El hizo lo que ahora soy. Me encaminó
por la buena lectura, me enseñó escenografía, decoración,
música, a distinguir las maderas por el olor y los coleópteros
de los demás insectos. A escribir a máquina y, ya que había
escrito varios libros, creo que me enseñó a escribir ideas",
cuenta a "El Periodista" desde su casa en Los Angeles, California,
donde se radicó un día para no volver.
De chico se inclinó por el arte. Empezó a los siete años
estudiando dibujo con el artista Antonio Orfanó. Cuando terminó
el secundario en el Colegio Nacional, no dudó en inscribirse en
la Academia Manuel Belgrano de Bellas Artes en Buenos Aires. Simultáneamente
ingresó en arquitectura por afinidad. Dejó sus estudios
cuando le tocó cumplir el servicio militar y no los volvió
a retomar. Para entonces su deseo de expresarse lo guió por otra
senda.
Pasión por el cine
Su pasión por el cine quizás la había heredado de
su tío, un hermano de su madre que estudió Bellas Artes
y con su cámara 16 mm retrataba escenas familiares. Su padre, conocedor
de su devoción, le regaló una filmadora igual y con algunos
ahorros compró un proyector de cine. Empezó a experimentar
con efectos especiales y animación en una oficina que le prestó
un primo. Con un par de producciones en su haber, salió a ofrecerlas
en las agencias de publicidad como comerciales. Y se convirtió
en el pionero de los comerciales televisivos en el país, aprovechando
que la televisión Argentina de 1955 estaba en pleno auge.
Para entonces le rondaban sueños que parecían imposibles.
"Soñaba con ser detective al estilo clásico de Mike
Hammer, Sam Spade o Philip Marlow". Nunca llegó a ser detective,
pero esa impronta le marcó su espíritu y años después
lo comprobó cuando la investigación minuciosa se coló
en sus libros: "Desnúdese madame", una investigación
de todos los tiempos, casi un "strip tease histórico",
como le gusta definir a su obra basada en cómo se visten y desvisten
las mujeres. Su otra novela, "The Tango in the United States"
sigue esta línea investigativa indagando en la historia del tango
en los Estados Unidos desde 1900 al 2000.
Cruzar la frontera
En una Argentina donde la restricción de la libertad de expresión
era moneda corriente, se las ingenió para filmar comerciales, cortos
con argumentos, documentales y musicales con muñecos, como Trío,
en 1958, premiada en los Festivales de Cine de Cannes, Carcassone en Francia
y Rapallo en Italia.
Después sufrió los tiempos en que la patria y el suelo de
pertenencia le mostraron una relación esquiva y lo convencieron
que "nadie es profeta en su tierra". Su rumbo sería marcado
por varios sucesos que no fueron ajenos a los avatares de la época.
Había llegado al poder el general Juan Carlos Onganía con
una pretensión de instalarse sin límites ni plazos. La realidad
nacional y los gobiernos militares impedían el crecimiento creativo
y le generaron la necesidad de rearmar su identidad por otros caminos.
"Había terminado un largometraje policial con mucho trabajo,
porque el personaje era un detective privado y según la policía
´Aquí no existen Mike Hammers´ y me negaron permisos
para usar armas en la filmación y ayuda en las calles. Cuando terminé
la película la llevé a Estados Unidos y una productora ligada
a Paramount me ofreció, si entregaba trece episodios iguales, 200
mil dólares por cada uno. Cuando volví a la Argentina a
ningún capitalista le interesó entrar en el negocio, entonces
llevé la película al Instituto de Cine, manejado por el
general Ridruejo. Me prohibieron la exhibición por violenta (era
un policial y pretendían que no hubiera muertos)". Como consuelo,
le comentaron que al general Onganía le interesaba impulsar las
películas para niños. Entonces se asoció con el ingenioso
dibujante Landrú para producir un corto infantil de animación
con muñecos. Cuando lo presentaron en el Instituto, las reglas
de juego habían vuelto a cambiar. "El mismo Ridruejo me dijo
que ahora Onganía estaba interesado en promover la central de Atucha".
Comprendió que no había nada que hacer. Así de simple.
A lo mejor sin quererlo, ese mismo día desistió y decidió
partir sin hurgar atrás. Irremediablemente y para siempre. "Me
metí la película en el bolsillo, di media vuelta y a la
semana me fui del país sin mirar atrás. Me fui en 1971 diciendo
adiós a la Argentina, dispuesto a no volver, y hasta ahora así
lo hice", menciona quien supo transmutar nostalgia en creatividad.
México, primera parada
Salió al mundo con su familia a cambiar su vida. Iba en busca de
un espacio donde las ideas no fueran sinónimo de amenaza, donde
el crecimiento artístico resultara posible, donde la libertad de
expresión se respetara como un valor inalterable. Quería
estar cerca del deslumbrante cine de Hollywood y sobre todo, encontrar
el lugar donde los sueños no supieran de límites.
Partió en un barco cuyo primer destino era Houston, Texas, donde
tomaría un micro rumbo a Los Angeles. En Veracruz, México,
hizo un alto para saludar a unos primos mexicanos que no conocía.
Fue una escala que duró un par de años. "Ellos me convencieron
de `qué iba a hacer con los gringos´, que como ´México
no hay dos´, que uno de ellos era amigo de Zabludovky, que otro
primero era cura y había casado a la hija del presidente y en fin
me quedé. La cosa fue que al mes no tenía un peso y mis
primos ya no eran amigos de Zabludovky, el cura había largado los
hábitos y bueno
tuve que salir a buscar trabajo y quedarme
anclado en tierra charra".
Sin traicionar su espíritu hizo de todo para vivir y, a contramano
de lo que hubiese previsto, nunca trabajó más creativamente
como en México. Confeccionó manualidades que vendía
a los turistas, escribió libretos de cine y televisión,
adaptaciones de novelas, historietas, fue escritor fantasma para terceros,
compuso letras de canciones y hasta logró filmar el largometraje
"La Odisea de los Muñecos", sobre la Odisea de Homero,
aparte de un "chingo de cosas más".
Mientras tanto se refugió en el papel y la escritura como una forma
de edificar su mundo y naufragar en medio de la angustia. La escritura
fue su cómplice en ciertas desventuras. "El hambre, el real
hambre, (un día tuve que decirle a la portera del edificio donde
vivía que le diera de comer a mi hija porque no tenía un
peso) me hizo refugiar en la máquina de escribir y me construyera
un mundo aparte. Eso me evitó ir al psiquiatra: en el papel descargaba
todas mis angustias. Así salieron dos libros publicados por la
Editorial Diana y libretos de televisión para "Los especiales
de Silvia Pinal", amén de las adaptaciones de novelas famosas.
Mi historia mexicana es muy larga, triste, risueña y difícil
de contar en un papel".
El sueño americano
Dice que más que irse, "huyó" de México.
En el país azteca siempre se sintió "el pinche extranjero"
y llegaron a canjearle sueldos por papeles migratorios cada vez que debía
renovarlos. A fines de 1979, pisó suelo en su destino primigenio:
Los Angeles, la ciudad de clima subtropical, reflejo del ´sueño
americano´, cuna de culturas diversas que tientan descubrir.
Volver a empezar fue duro, como todo comienzo. No pudo hacer cine los
primeros tiempos y se dedicó a lo que más le gustaba hacer:
escribir. Un amigo, ligado al mundo de la cinematografía, lo retornó
al camino de la actuación. "Un día me dijo que estaban
filmando para televisión una serie sobre los crímenes famosos
cometidos por italianos y si quería trabajar en un episodio ya
que era idéntico a un tipo que estafó a medio mundo transfiriendo
dinero de un banco a otro. Como la gloria no tiene precio, acepté.
También actué de extra en varias películas. En ese
momento me gustó ser actor
".
"La Prensa"
Cuando lo convocaron para trabajar como vendedor del periódico
La Prensa, en medio del apuro económico, no imaginó que
sería el punto de inflexión de lo que vino después.
Al tiempo lo nombraron editor de la sección de espectáculos,
donde escribía comentarios de jazz, ópera y música
clásica. Un día un compañero le dio un libro sobre
Gardel para que lo comentara. Después le prestó un disco
de Julio Sosa. Y quedó encantado para siempre. Creía tener
en la memoria de Buenos Aires muy pocas cosas tangueras. Pero los años
y la lejanía le mostraron que, aunque no escuchaba tango, "el
tango había entrado en mi sangre por ósmosis". Empezó
a buscar discos con "cierta desesperación". Encontró
más de los que imaginaba y abrió una sección de tango
en el diario. Al año ya había comentado más de 200
compactos y tenía más de 400 tangos de Gardel. En busca
de un dinero extra agrupó esos comentarios y editó un libro,
"El tango y sus intérpretes", una obra mechada con una
lista de distribuidores de discos del género y un índice
con minibiografías de los músicos. El libro se agotó
de inmediato y, contrario a lo que suponía, lo compró gente
de habla inglesa. Fue considerado el mejor catálogo de discos de
tango disponible en Estados Unidos.
Los derroteros del destino lo llevaron a convertirse en 1981 en dueño
del semanario en español más antiguo de California. "Cuando
lo iban a cerrar por antieconómico, y por lo tanto yo me quedaba
sin trabajo, analicé las cuentas y me hice transferir las deudas
a mi nombre. Así La Prensa, fundada en 1966, pasó a mis
manos".
"Tango Reporter"
Tiempo después conoció a Linda Duek, una argentina que le
dio una biografía de Piazzolla y que hoy es encargada de relaciones
públicas de Tango Reporter. Ya imbuido en el espíritu del
tango renació la vieja idea de editar una revista. En enero de
1996, apareció Tango Reporter en Internet. En el ciberespacio promovía
una revista de tango que buscaba suscriptores, anunciantes y financistas,
aunque los primeros mensajes que llegaban eran para conseguir información.
Seis meses después, la revista tuvo su primera versión en
papel que llegó a los ejecutivos de grabación y distribuidoras.
Para entonces, ya había cerrado La Prensa y se dedicó de
lleno a su creación que "nada tiene que ver con la nostalgia
y si con el espíritu creativo". Tango Reporter, con entrevistas,
biografías, comentarios de discos, letras de tango, milongas, espectáculos
y mucho más, fue evolucionando en forma vertiginosa. Enfocada al
lector que habla español, sabe español o usa el español
como segunda lengua, sus principales lectores son el público multicultural
que vive en Estados Unidos y admiradores del tango de los más diversos
países, menos de la Argentina. Se distribuye en las principales
ciudades de Estados Unidos y Puerto Rico y llegó a venderse hasta
hace dos años en México, Colombia, Inglaterra y Japón,
convirtiéndose en la revista de tango de mayor distribución
internacional.
En sus doce años de vigencia, recibió el Premio Cervantes
a la mejor publicación Cultural en español otorgado por
la University of Southern California, obtuvo por su aporte al tango el
Life Achievement Award durante el 3º Carlos Gardel Tango Festival
USA, recibió la Orden del Porteño y fue nombrado miembro
de la Academia Porteña del Lunfardo.
La Biblioteca de Washington, entre otras setenta y cinco de Estados Unidos,
compró una copia completa de la colección mientras que en
Argentina, la Biblioteca Nacional le prometió "pensar si le
interesa".
Resignado a que nadie es profeta en su tierra, a través de la música
del alma que sobrevive en el tiempo, continúa haciendo historia
en el mundo del tango, sin esperar reconocimientos. Su mayor satisfacción
la tuvo cuando el presidente de la Academia Porteña del Lunfardo,
José Gobelo, le envió una carta con una frase que decía:
"no crean que con la revista están tirando una botella al
mar". Con eso fue suficiente.
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